15 minutos de EROTISMO

Estaba esperándole en el rellano de la escalera que daba a la calle. Llegó y se sentó a mi lado, me dijo que me quitara mi tanguita para ver mi sexo. Me la quité, me giré, apoyé mi espalda en la pared, entreabrí mis piernas y mi sexo quedó expuesto solo para sus ojos. Suave, depilado, mojado, brillante…sus ojos cambiaron…eran lividinosos, llenos de deseo, de pasión. En un descuido de las miradas de la gente, metió su dedo en mi sexo dejándolo dentro unos segundos, lo sacó, lo llevó a su nariz para oler el perfume de Medea y lo metió en su boca para saborearme.
Sus ojos echaban fuego, su boca simulaba una sonrisa y al instante cambió a una mueca seria llena de deseo, su bragueta estaba a punto de estallar y su corazón bombeaba sangre a borbotones porque su cuello y su sien estaban inflamados. Todo aquello estaba a punto de hacerme perder la cordura…me hubiera lanzado a sentarme en sus piernas, a besar y lamer su boca, a jugar con el bello de su pecho, a sacar su sexo del pantalón y cabalgarlo salvajemente…pero no podía ser. Le dije: debo irme. El se levantó y anduvo 5 pasos, se paró y los retrocedió para susurrarme al oído…”Medea me has dado en 15 minutos mucho más de lo que jamás nadie me medió”. Lo que no sabía, era que él le había regalado a Medea la mayor locura que pueden tener los sentidos de una mujer.