lunes, 16 de agosto de 2010

LÁZARO

Llevaba un rato adormecida entre sus brazos después de una sesión agotadora de sexo.

Apenas sentía mis músculos y como una serpiente reptando, bajaba deleitándome del olor a sexo que desprendía su cuerpo adormecido. Cada centímetro de su piel desde el cuello hasta su sexo era un renacer de nuevo al deseo y la lujuria.

Acariciaba con mis manos su sexo inerte, jugando a resucitar a un muerto, y al ver que mis manos no eran suficientes para levantar a Lázaro, lo sumergí en mi ardiente boca. El volcán que se refugia en mi boca, mi lengua, la prisión contra mi paladar y esos pequeños mordisquitos que me encanta dar, consiguieron llenarlo de vida de nuevo. Ummmm…de nuevo su sal, su latir y los gemidos de su dueño.

Me gustó ver a los dos casi despiertos, pero sentía la necesidad de sentirme fresca después de la sesión agotadora que había tenido con él, así que me levanté de la cama y me fui directa a por mi jabón de azucenas y me senté cómodamente en el bidé.

Suavemente comencé a enjabonar mi olimpo, de adelante hacia atrás, en círculos, sin prisas y saboreando cada caricia que mis dedos le proporcionaban a mi clítoris. Noté un bajón de sangre a mi sexo que me excitó sin piedad, y sentí la necesidad de más…de mucho más.

Encañoné el chorro de agua tibia hacia mi clítoris y mi dedo presionaba el grifo para que saliese el chorro con tal fuerza que apenas me dejase respirar de placer. Yo estaba completamente abierta y el chorro masajeaba constantemente mi sexo convirtiéndome

en una esclava del placer, pero faltaba algo necesario para pasar el límite de la cordura y era una verga en mi boca. Chuparla mientras me masturbo en el bidé es sencillamente desbordante para mis sentidos.

El acudió a mi llamada.

Se apoyó en el marco de la puerta contemplando mi imagen y escuchando mi gemir. Aquello lo puso en pié de guerra.

Su sexo miraba al techo y sus ojos se clavaban en mí. Lo invité acercarse a mi cara porque aquel calor y la corriente que recorría mi cuerpo, me había regalado la necesidad imperiosa de relamer y succionar su sexo hasta que se derramase en mi boca su elixir.

Una de mis manos controlaba la densidad del chorro de agua y la otra tenía bien sujeta su verga para que no se pudiera escapar a la presión de mi paladar y mi lengua y así arder en el infierno de la boca de Medea.

Jamás permitiría que se escapase es dura y enorme verga de mi boca, así que, cuanto mas potente era el chorro de agua sobre mi sexo, mas me apetecía engullir y saborear. Mi clítoris estaba a punto de explotar y mas rápidos era mis movimientos de succión, de meneo con la mano y de presión de la punta de su sexo dentro de mi boca.

Se la mamaba a conciencia. Era un deleite para mis sentidos trastornar al conquistador de mi corazón. Sentía sus venas a punto de explotar en mi boca, ese burbujeo preliminar a la escapada de su elixir, esos gemidos rápidos y sus palabras obscenas…todo hacía que mi clítoris fuese a reventar al unísono con él.

Enfoco el chorro de agua sobre mi culo para controlar el orgasmo y así correrme al par que mi amante. Deseaba correrme mientras el eyaculaba sobre mi

boca y sentirme así dueña de su alma y a pesar de tener la boca tapada con su sexo, no podía evitar gemir.

Subí el chorro de agua a mi clítoris porque necesita reven

tar ya en mil estrellas y mi boca ya devoraba su verga sin piedad….él me agarró del pelo y violando mi bo

ca, sentí como un chorro cálido de néctar inundaba mi garganta mientras el agua me sumía a mi en un orgasmo brutal y hambriento de delirios. Engullí y saboree aquel néctar regalado a mis papilas, llenando mi ego femenino y elevarlo al nivel de dominación.

Lo arrodillé ante mí, le agarré su nuca y lo besé ya con calma derrotera.

Le susurré al oído “eres mío” y me cogió en sus brazos, me tumbó en su cama y me dijo: “Medea, eres la hembra nacida para enloquecer al mismísimo Incubo”.